Evangelio s. Juan 15,9-17. – Permanecer en su amor

Lectura: ¿Qué dice el texto?

El amor [(ágape) comida fraterna para fomentar la unidad de los creyentes para ayudar a los pobres. La Ley encomienda amar a Dios (Dt. 6,5) y al prójimo (Lv. 19,18). La Divinidad es amor (1 Jn. 4,14), por amor Ella nos hace hijxs suya (1Jn. 3,11.); Jesús manifiesta el amor Divino, especialmente a los desvalidxs, con su palabra y su vida, entregándola por todxs (Jn. 15,13). Como cristianxs es nuestro precepto practicar a diario el amor fraterno (1Jn.4,20) con hechos (1Jn. 3,18). El amor es la más excelente de las tres virtudes teologales (fe, esperanza, amor); el gesto de amor no debería dejar de suceder (1 Cor. 13,1-14,1)]; ya que es el signo mayor del Resucitado. Quien ha experimentado la resurrección de Jesús está listo para amar (Mt. 5,44). Y la razón es porque Jesús ha amado a sus discípulos como Él ha sido por el su Padre (Jn. 15,9). El amor está ligado a la obediencia yo a la sumisión. Escuchar la palabra del Señor y asumirlas como estilo de vida en acciones. Jesús ha sido obediente a la voz del Padre, por eso pide a sus discípulos que también ellos lo sean (Jn. 14,15). Quien obedece como Jesús permanece en el amor del Padre. Y esa permanencia es garantía de felicidad. De tal manera que amar y obedecer es causa de profunda felicidad (2 Jn. 7). Esa comunión amorosa cambia rotundamente la relación entre los amantes: son amigos entrañables y los amigos comparten todo con absoluta confianza. De tal manera que se van agregando dimensiones de lo que significa e implica el amor: obediencia, escucha, felicidad, amistad, confianza, acción. El amor que propone Jesús, además de los aspectos anteriores tiene unas exigencias muy fuertes, ahora su consigna paso a ser: dar la vida por quien se ama (Jn 15,13). Indudablemente que el Padre ha dado su vida (su Hijo) por amor a la humanidad, en consecuencia Jesús da su vida por sus discípulos y también por aquellxs que no lo son (Rom. 5,8).

De este y ese amor, ágape consiste el ministerio de la Salvación, de un Dios que no retiene lo más precioso para un Padre como es su Hijo entrañable, pero el Hijo da su vida con libertad por los que ama (Jn. 10,18), por los que le siguen y por aquellxs que lo rechazan e, incluso, eliminan en la muerte de cruz. Esa relación de ágape entre Padre y el hijo es un dedicarse totalmente del uno en el otro, tema no muy frecuente en el amor philia (filial). De esta manera es lo que Jesús pide a sus amigos discípulxs, volcarse plenamente a Él en la medida en que se entregan apasionadamente a la misión evangelizadora. Aquí está el punto clave del seguimiento de Jesús. Llegar a la convicción, como los dominicos, de que solo entregándose plenamente al ministerio de la Palabra es posible llevar a cabo el anuncio explícito del amor así como Jesucristo lo convivió y encomendó.

En una sociedad como la que nos corresponde vivir en este siglo XXI, un siglo marcado por la pandemia, y la decidía de quienes están al frente de las políticas sanitarias, que constantemente es amenaza por guerras internas y partidarias, por grietas y muros infranqueables entre Estados armados y poderosos contra estados empobrecidos por la explotación y opresión, militarizan la democracia contra el pueblo que a la imagen del Bautista “clama en el desierto” (Mt. 3,3) entre grupos sociales, colectivos marginados en contra de una política partidista, religión o espiritualidad Para este grupo al margen de… el mensaje cobra vigencia. Cuando la alternativa es, la solidaridad, la justicia social impregnada de misericordia es el motor que nos mueve para ser humanos solidarios ante las y en las diferencias, para sí entonces poder hablar de un verdadero cambio profundo. Solo cuando nos miremos como hermanxs, solo así seremos capases de construir el mundo fraterno utópico y esperanzador que hoy anunciamos por la Palabra.

¿Le apuestas a transformar el mundo desde el amor compasivo y extensivo?
¿Conoces personas que lo hacen?

El texto hoy construye un cristiano mensaje, aunque la realidad pandémica y social nos trompea en la cara. El evangelista Juan utiliza la palabra “ágape” termino de los primeros cristianos para hablar de “amor”, expresando en su grado mayor. Ese amor solo puede darse en la Divinidad, en cuanto que excluye el mezclar otros intereses: Dios no es un ser que ame, sino que ama por serlo. Hace unos meses en un conversatorio por zoom sobre la aceptación de los padres y madres a sus hijxs glbttiq+, una madre expreso “¡le acepté! Como Dios le acepto, Ya que Dios no es amor, el AMOR es Dios.” El que existe en sí: es su esencia.

No podemos dejar de amar, ama siempre de arriba hacia abajo, de derecha a izquierda. Siempre y a todxs de la misma manera.
Ya leímos que tanto nos ama la Divinidad que envía a su Divino Hijo (Jn. 3,16.), y su Hijo nos enseña dentro de la ley mosaica el amoroso sentido de ella, y en relación con ella desarrolla toda su misión y su ministerio. Tanto nos ama Jesucristo que en unos días nos enviará su Santo Espíritu (Jn. 14,26. 15,26.) que hasta el fin de los tiempos se nos presenta, se nos manifiesta, y nos da aliento de VIDA. Celebraremos su llegada, estaremos atentxs a ver e interpretar sus signos, reconocerle, aceptarle en amor su manifestación en nuestra vida y en las vidas de nuestros semejantes, más aún entre aquellos que en particular vivimos entre las diferencias infantes, jóvenes, adultxs, anicanxs, jubiladxs, personas con capacidades diferentes, viudxs, solxs. Ver e interpretar sus signos sean cuales sean las diferencias para “permanecer en su amor” (Jn. 15,9). Amén

Bendecido domingo “Permanecer en su amor ”

Aleluya, aleluya, aleluya.

+++ Marcelo Alejandro Soria – IMS, sva. — con Marcelo A. Soria.