En principio esta festividad era el jueves posterior a la festividad de la Santísima Trinidad, pero nuestros mitrados ancestrales la han trasladado al domingo, así lo recuerdo desde niño, hace años. Todavía este jueves 3 de junio en algunos lugares se conmemora y en las primeras vísperas del sábado o el domingo de manera universal celebramos la fiesta grande del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Qué fiesta tan emotiva para acompañar a Jesús Eucaristía, saludarle en su Custodia (Ostensorio) en su procesión, agitar nuestros pañuelos a su paso, demostrarle nuestro cariño, para agradecerle este gran gesto que nos otorgó Jesús al convirtiéndoles al pan y el vino en Eucaristía, la Divinidad con nosotrXs, desde el principio al fin de la historia.


Cuerpo y Sangre de Cristo, es una continuidad del Jueves Santo, cuando el Dios Hijo, en la tarde de su pasión cenó la Pascua (Mc. 14,22-25) con sus apóstoles, familiares y amistades. Al final de aquella Cena, su última cena y nuestra primera Santa Cena (Hch.2,42-46) en la que instituyó el sacramento Eucarístico y todXs comieron aquel pan consagrado como el Cuerpo del Maestro (Lc. 22,19-20) y bebieron de aquella copa de vino la Sangre del Señor (1 Cor. 11,26). La Eucaristía del Jueves Santo concluye con una procesión al Monumento reservado para el resto de los Santos Días, que marca la presencia de Jesús prolongada después de la celebración. Ahora, la fiesta del Cuerpo lleva en procesión al Señor de los “señores”, una Divinidad, una persona hecha humana y eucaristía por cada unX nosotrXs. Desde su custodia (ostensorios), Jesús va bendiciendo a todXs a su paso, en nuestras calles, en nuestras plazas, entrando en nuestros hogares y en nuestras vidas (Jn 17,1-2).

La fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, nos trae esa compañía tan afectiva de Jesucristo cercano, amigo, que recorre nuestro camino para acompañarnos, (Mt. 28,16-20) para que podamos compartir con él nuestras preocupaciones y podamos sentir el consejo y acompañamiento de un amigo que siempre está aquí.


Ha crecido notablemente en nuestros días la adoración eucarística, para estar algunos momentos con Jesús Eucarístico. Y tenemos que fomentarlo mucho más, ya que su presencia serena el alma. Enciende los corazones en el amor de su Corazón, ante Él se desvanecen tantas angustias con tan buen amigo presente. No terminaremos nunca de darle las gracias por este precioso regalo Eucarístico.


En este sacramento, Jesús trae hasta nosotrXs su sacrificio realizado una vez para siempre (Heb. 10,9-10). Pero es el mismo y único sacrificio, que nos invita a ofrecernos con Él, a hacer de nuestra vida una ofrenda permanente (Jn.16,33). La vida adquiere nuevo valor cuando es ofrecida en Jesucristo, nuestra vida se convierte en ofrenda de amor por la salvación (Rom 8,28). Para que esta ofrenda sea agradable a Dios, Dios mismo nos envió su Espíritu Santo que nos transforma en ofrenda permanente. Y todo ello se alimenta en la Eucaristía.


Y la Eucaristía es sacramento en forma de comida y bebida, invitándonos a comer el Cuerpo del Señor y a beber su sangre redentora. “Tomen, coman todXs de él… Tomen, beban todXs de él” (Mt. 26,26-27. Mr.14,22-24. Lc. 22,17-20. 1 Cor. 11,23-25). Compartir la misma comida y bebida nos une en un mismo Cuerpo (Col.1,18), a un mismo tronco. Somos brotes del mismo árbol que es la comunión. La comunión tiene su fuente permanente en la Eucaristía. Es en este sacramento donde se funde el amor cristiano (Jn. 1,12), que se desborda en la caridad hacia lXs hermanXs (Jn. 15,13). Comulgar con Cristo nos lleva a comulgar con la humanidad, nos lleva a entregar nuestra vida en favor de los demás, como ha hecho Jesucristo (2Jn. 5,23).


Por eso, en esta fecha tan señalada se nos recuerda el compromiso cristiano de la caridad para con los demás y más aún en estos años de pandemia con quienes desde el confinamiento nos necesitan, por carencias en sus economías: falta de trabajo, desapegados de todo afecto, soledades, sin el básico alimento y los elementos de higiene. DesterradXs de su nacionalidad y familias por causa de su condición o construcción sexual, refugiadXs por política o activismo.


Coincidiendo con la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo, celebramos el Día de la Caridad, como una llamada y una provocación al ejercicio del amor fraterno (1Jn. 3,18).


Quiero agradecer al Obispo Hugo Quero al invitarnos como comunidad de fe a ser parte de la Alianza Interreligiosa de la Fundación Amal. Fundación que acompaña y fomenta la caridad amorosa con nuetroXs hermanXs (1Cor.11,33), refugiadXs lgbtiq+. Unidos a Amal haremos desde IMS, sva el bien a los demás como así lo venimos haciende desde nuestra creación aquel Domingo de Ramos de 2007.


Como Obispo, agradezco las horas de voluntariado, gratuitamente, desinteresadamente por parte de tantas personas, alguna ya en la casa del Padre, otras aun en el servicio a los demás: pobres, enfermeros, desocupadXs, extrajerXs, transeúntes y sin techo, inmigrantes, mujeres maltratadas, niñXs explotados, ancianXs solXs. “Tus buenas obras pueden cambiar miradas”, es el lema que este año de la caridad iniciamos. Si la caridad no existiera, habría que fundarla. Es la caridad organizada de la Iglesia Misión Sacerdotal, sociedad de vida apostólica.
Gracias a todos los que colaboran, haciendo visible el rostro más amable del Cuerpo y Sangre de Cristo, su Iglesia. (1Cor. 12,12-27)

+++Marcelo Alejandro Soria
Primado IMS, sociedad de vida apostólica