“En Israel del siglo primero, la situación política y religiosa era extremadamente convulsionada.
Desde la poesía, las oraciones y el culto, los israelitas creían en Dios como rey, pero la realidad, su reinado no se veía por ninguna parte.

La monarquía herodiana era un chiste, ni le importaba la fe de Israel ni tampoco hacer justicia, con decir que ni siquiera Herodes era Israelita.

Roma gobernaba todo y su dominio era categórico.

Para los que se oponían al reinado del César, lo que les esperaba era la Cruz.

Desde que Octavio en Roma fue declarado “Cesar Augusto hijo de Dios”, el imperio Romano llegaba a cada rincón de su reino con esta invitación:

“Traemos a esta tierra una Buena Noticia (del griego “evangelio”), Confiesa a Augusto Cesar hijo de Dios como Señor soberano (kirius Pantokrator) y él te cubrirá con su Paz (Pax) de lo contrario serás condenado a morir”.

Les suena conocida esta invitación???

Frente a este panorama, cada partido político o religioso en el país de Jesús reaccionaba de manera diferente.

Los herodianos: Era un grupo de judíos que apoyaban ciegamente el reinado de Herodes, pertenecían a las familias más acomodadas y al igual que los saduceos en Judea, mantenían el status quo del judaísmo conservador en Galilea.

Casi todos eran latifundistas, dueños de casi toda Galilea, la mayoría vivía en las únicas dos ciudades urbanizadas de Galilea, Séforis y Tiberiades.

Los cobradores de impuestos trabajaban para ellos y mantenían acuerdos con Roma, quién les ayudaba a perpetuar su dominio sobre las tierras Galileas.

Los saduceos: Así como los Herodianos que vivían en Galilea, estos eran la clase aristócrata de Judea, eran ricos en su mayoría, varios de ellos pertenecían también a las casas sacerdotales.

Gente influyente y de buena posición económica, consideraban solo los 5 primeros libros del Antiguo testamento como inspirados por Dios.

No les interesaba la llegada del Reino de Dios, porque cualquier movimiento que desestabilizara su opulencia era una amenaza.
Defensores de la institución del Templo en Jerusalén.
Colaboradores con Herodes y el Imperio Romano. Mantenían desde la religión los intereses de Roma.

Los Fariseos: En su mayoría eran “escribas” (teólogos académicos) y se consideraban el “sacerdocio laico” de Israel. Ellos intentaban cumplir literalmente los mandamientos con sus más de 600 preceptos.
Su visión del mundo era pesimista, veían al ser humano que no cumplían la Ley de Moisés como un pecador sin remedio, le decían “perros”.
Pensaban que la manifestación de Dios en Israel no se realizaba por culpa de la gente pecadora.
Primero para ellos debía extirparse el pecado y luego el Mesías vendría.

Ellos odiaban (no explícitamente) a los que no vivían como ellos, consideraban pecador a toda la masa de gente mas humilde que por condiciones económicas no podían aprender a leer y profundizar en los preceptos de Dios.
Para el fariseismo, mientras hubieran pecadores Dios no se podía manifestar y la ruina del país era justamente por culpa de esa gente.

Eran los religiosos pasivos, pues no les interesaba en absoluto hacer algo por cambiar tanta miseria, al contrario, frente al sufrimiento humano ellos aplicaban la teología de la retribución, es decir, esta gente sufre porque Dios la está castigando, por eso que frente a la pobreza, las enfermedades, los tormentos psicológicos y toda clase de miserias, ellos se remitían a decir “Esa persona sufre porque Dios así lo quiere, porque su juicio se está ejecutando sobre aquel”.
su propuesta era “Dejemos esta situación terrible en las manos de Dios, Él ya hará algo, por lo que a nosotros respecta, hay que ser buenos y esperar”.

Los zelotes: Movimiento político religioso inspirado en la imagen de Judas Macabeo. Esperaban al mesías, aunque creían que la manifestación final de Dios sería a través de una revuelta violenta donde los Romanos serían expulsados del país e Israel se convertiría en un reino de paz y prosperidad mas grande que en tiempos del Rey David.

Odiaban también a la clase política, pues muchos de los zelotes provenían de las familias en su mayoría campesinos y pescadores de Galilea que perdieron sus tierras producto de los grandes impuestos establecidos por Roma, la familia Herodiana y las familias sacerdotales.

Era común entre ellos portar la “sica”, una daga corta que guardaban debajo de sus vestidos, de ahí el nombre “Sicario”, algunos proponen que Judas Iscariote era zelote (Iscariote, de Sicario) y también Simón Pedro tendría simpatía por este grupo, pues en la noche que arrestaron a Jesús Pedro portaba una “sica” con la cual atacó al policía del Templo.

Los zelotes cuando recibían a un postulante, la invitación era “Estás dispuesto a llevar la Cruz??”

La cruz era para los romanos el instrumento de tortura y ejecución destinado solo a quién no era ciudadano romano y por sobretodo a los delincuentes y subversivos que ponían en duda el señorío del Emperador.

Tomar la cruz para un zelote era el símbolo de morir por este ideal “No reconozco ni a Roma ni a su Cesar, solo a Dios”.

Los Esenios: Grupo religioso, que si bien no aparece en los evangelios existía en las tierras sureñas de Judea y la transjordania.
Este grupo decidió apartarse literalmente de la sociedad para vivir en comunidad en el desierto.

Vivían una vida monástica y estricta.

A grandes rasgos, esperaban también la manifestación de Dios, pero alejados del mundo, pues este ya no tenía remedio.

El único camino para la salvación era vivir esperando al Mesías en una comunidad hermética apartada de todos.

Todos estos grupos, por muy diferentes, tenían algo en común, ninguno puso en duda el Templo de Jerusalén y sus instituciones.
Algunos podían estar en desacuerdo con el liderazgo religioso administrador, pero jamás se puso en duda la institución religiosa.

Y Jesús, este marginal aparece…Jesús no encaja en ningún grupo.
Primero, desafía la estructura del Templo diciendo que ahora el perdón de Dios no está ligado a una cuestión de rituales y sacrificios.
Que Dios no es exclusivo a un lugar sagrado.

Es más, da “vuelta la tortilla”, en un momento dice “Si vas a entregar tu ofrenda (sacrificio para recibir perdón) al templo y en el camino te acuerdas que tienes algo en contra de tu hermano, deja la ofrenda ahí, anda primero y reconcíliate con tu hermano”
En otras palabras, lo más importante y sagrado para él era acercarse al otro antes que acercarse a una actividad cúltica, a Dios se le encuentra en el otro.

Otra cosa revolucionaria, Jesús anuncia que Dios ya se ha manifestado en su pueblo, el Reino de Dios ha llegado. A diferencia de los Fariseos que enseñaban la manifestación de Dios solo y cuando el pueblo dejará su pecado.

El acto de comer con “pecadores” era un gesto de inclusión y a la vez provocador, una señal de que Dios no odiaba a esa gente marginada ni tampoco los culpaba de ninguna catástrofe moral en el país.

La gran catástrofe no venía de la mano de esas personas que eran consideradas “malas” sino de los que parecían “buenos”.
Aquellos que liderando y apoyando la religión oficial de su tiempo enseñaban en nombre de Dios el odio y la venganza.

Jesus, a diferencia de los zelotes, no validaba la violencia como mecanismo para la manifestación del Reino de Dios.

Tampoco creía en un sometimiento ingenuo.
En la invitación a dar la segunda mejilla no existe lo que muchos creen, una suerte de llamado al masoquismo, no. El acto de recibir un golpe (En su contexto, de Roma) y levantarse para dar la otra mejilla, es decirle al otro que su golpe no me deja en el suelo, que me levanto de nuevo y que mi fuerza no proviene usando los mismos mecanismos de la violencia, sino, como se diría hoy, me pongo en pie porque soy mas fuerte que el otro, en un acto de no violencia activa.

Tampoco Jesús creía que la solución era vivir de espaldas al mundo, como los esenios.
Él compartía con la gente, se acercaba a sus vidas sin prejuicios ni distancias.

Mensajero del Reino.
Su mensaje se centraba en el Reino de Dios y el precio de esta manera de vivir era “Tomar la Cruz” .
Frase , como dije, prestada del movimiento zelote y que significaba vivir en contra de todo imperio opresor.
Morir en la cruz era un castigo político que ejercía Roma a todos los que no eran ciudadanos del imperio y ponían en duda la autoridad absoluta del Emperador.

En otras palabras, ser discípulo de Jesús era una opción radical de vida que solidarizaba con los excluidos del imperio, con los marginados, con todos aquellos que declaraban que el César no era el soberano del Universo y que había otra manera de vivir en amor y fraternidad, y no solo bajo la Pax romana.

Vivir el Reino de Dios, como Jesús lo enseñó varias veces en parábolas, es como una gran cena donde los invitados son justamente los que para la religión oficial eran los discriminados de turno.

Un Reino como una gran familia donde el Padre mira con amor y compasión justamente a ese hijo perdido, que representa a esos seres humanos que para la religión elitista y marginadora son considerados “perdidos”. 
Un Reino donde el llamado al arrepentimiento es para todos, donde nadie puede tirar la piedra a otro, porque no somos mejores que ese otro a quien consideramos digno del juicio.

Un Reino donde la misericordia es el sello de distinción, donde nuestro ejemplo, es ese Padre misericordioso que hace salir su sol sobre buenos y malos y es a esa perfección a la que somos llamados.

Un Reino donde somos llamados a dejar esa vida de indiferencia del otro, aun cuando nuestras motivaciones para no involucrarnos sean puras, como el buen samaritano, que a diferencia del sacerdote y levita, no se pregunta “que me pasaría a mi y a mi santidad si no me involucro” sino que piensa “que le pasaría a él si no me involucro”.

El código de la santidad, que hace que el levita y el sacerdote pasen por alto ante el moribundo, en el Reino es cambiado por el código de la misericordia.

Jesús, como era lógico, no calzó en ningún grupo religioso y fue una piedra en el zapato para muchos que veían en su mensaje un peligro a sus intereses.

Muere en la Cruz romana, porque su vida fue una paradoja para todos.

Sanó a enfermos los días sagrados donde nadie hacía nada, con eso decía que había algo más sagrado que una fecha, la necesidad humana.

Volcó las mesas de los negocios que tenían en el patio de los gentiles en el santuario en Jerusalén, cita el pasaje de Isaías, donde se promete que la casa de Dios sería también un espacio para todos los pueblos de la tierra.

Jesús en ese acto no solo se enoja con la sinvergüenzura de los que se hacían ricos a costa de la fe, sino que justamente el patio que servía para que los gentiles se acercaran al templo, la administración la usaba para poner su shopping religioso. Y eso era insoportable para él.

Se atreve a decir “Al Cesar lo que es del Cesar y a Dios lo que es de Dios”. Él sabe que en Roma Cesar y y la divinidad son lo mismo, Él no se viene con cuentos, Él separa las aguas. Una cosa es Dios y otra cosa muy diferente es el Emperador.

Y por último, se atreve a decirle Zorra a Herodes Antipas, quién tenía condenados a la miseria a más de cien mil Galileos, que por culpa de sus impuestos vivían en la pobreza absoluta.

Jesús, ese maravillo marginal…
Después de este ensayo, me surge una pregunta:

¿Qué Jesús predicamos hoy?

Fuente:

https://www.facebook.com/ulises.oyarzun.3/posts/1000407723355560