Muy buen post de Ulises Oyarzún:
Era el año 1600 y el libre pensador Giordano Bruno, rechazado tanto por el catolicismo, el luteranismo y el calvinismo, y aún por sus colegas docentes en Oxford es acusado por la Santa inquisición de amenazar con sus enseñanzas la autoridad de las Santas Escrituras.
Estuvo encarcelado cerca de 8 años y al final de un sinnúmero de torturas, es sentenciado a morir en la hoguera.
Dentro de sus pensamientos desafió la teoría aristotélica y el universo de Ptolomeo, proponiendo una idea nueva.
Sin abandonar su fe en Dios, él pensaba que el universo era infinito como Dios también lo era.
Un universo creado por Dios donde cada estrella era un sol que contenía a su vez planetas como el nuestro circundando alrededor de sus respectivos soles.
Eso amenazaba las enseñanzas que en ese tiempo impartía la iglesia.
Los defensores de la Fe veían en las ideas de Giordano claros brotes de herejía.
No estuvieron dispuestos a oírle, ni siquiera a reflexionar sobre la remota posibilidad de que lo que ellos llamaban “defensa a la sana doctrina” en verdad era una defensa al “literalismo bíblico” cosa muy diferente.
Años después de las controversiales enseñanzas de Giordano, un fascinado por el cosmos, ya teniendo en su mano un telescopio por primera vez, afirmó y reconoció varias de las instituciones científicas de Giordano. Hablo de Galileo.
La reacción de los líderes religiosos tiene un nombre científico, se llama “disonancia cognitiva”.
Es básicamente la reacción inmediata de nuestro cerebro, que producto de no soportar una idea nueva, contraria a las creencias ya establecidas, literalmente se cierra a escuchar.
En otras palabras los circuitos cerebrales se “niegan” a oír todo aquello que ponga en peligro las ideas y convicciones a las cuales nos apegamos no solo racionalmente sino sobretodo afectivamente.
Obviamente eso no pasa solo con la religión, sino con toda adherencia ideológica que el individuo tiene y que le provee seguridad.
Cuestionar esas ideas, es casi imposible para la mayoría, pues estamos hablando de “desmoronar” el edificio emocional que le proveen aquellos paradigmas.
Fue en 1960 que dos científicos cognitivos Timothy Brock y Joe Balloun llevaron a cabo un estudio particular.
Dos grupos de personas, unas creyentes y otras no, tenían que escuchar un audio con bastantes interferencias de audio. El ejercicio era escuchar un mensaje abiertamente diferente y hasta contrario a doctrinas y prácticas religiosas convencionales.
Este audio tenía constantes interferencias.
Ahora, estas interferencias podían ser solucionadas con un botón, que apretándolo permitían escuchar claramente el mensaje.
El resultado fue interesante.
Los no creyentes apretaron el botón para poder escuchar el mensaje sin problemas.
Los creyentes dejaron que el mensaje luego de presentar sus puntos y cuestionamientos siguiera con todas las interrupciones de audio. En el fondo, no les interesaba escuchar nada que pusiera en duda sus convicciones. Ni aun con argumentos.
Luego probaron con fumadores y también pasó lo mismo. Estos no quisieron escuchar el mensaje que conectaba el fumar con el cáncer.
Otra cosa con respecto a esta disonancia cognitiva, es que cuando una persona de adhiere a creencias que frente al sentido común o a la lógica tienen poco peso, buscan otros argumentos para seguir sosteniéndose, pues detrás de lo que para ellos es la “Explicación de todo la existencia” hay comprometidos lazos emocionales profundos de los cuales si se desmantelan sus creencias, el gran miedo es sentirse absolutamente perdidos.
Eso pasó con el científico León Festinger, el verdadero descubridor de la teoría de la disonancia.
Investigó una secta religiosa apocalíptica que aseguraba la inminente llegada de su Salvador, un alienígena “mesiánico”.
La venida del fin del mundo comandadas por este alienígena tenía que ser en su generación.
Cosa que no sucedió, entonces al ver que la esperanza de la venida de este ser superior no se realizó, tuvieron que tomar una decisión. O abandonar la creencia o seguir justificándola con otros argumentos.
Y así fue, argumentaron que en realidad esa comunidad había salvado al mundo del juicio final, había postergado la venida de su Salvador para que todos pudieran conocer el mensaje y así “salvar” a toda la humanidad.
Tambien, en esta “disonancia cognitiva” algunos llegan a la conclusión de que para aminorar la tensión de cualquier tipo de amenazas a sus creencias, se vale de todo, incluso cruzar los códigos propios de la honestidad.
Se vale mentir, atacar al otro, ser violento hasta el punto de matar si es necesario (Argumentando que es por defender a Dios y a la Fe).
Recuerdo un pasaje del Evangelio de Lucas capítulo 4.
Jesús prédica en la sinagoga y su mensaje en un momento se vuelve insoportable para los judíos presentes, exactamente cuando el Carpintero sugiere que Dios no es patrimonio sólo de los judíos. Que sus actos de amor en tiempos de Elías, hacia una viuda extranjera y hacia un general pagano ratificaban que Dios no es patrimonio de ninguna religión.
La reacción de sus oyentes fue inmediata, no quisieron seguir escuchando, se enfurecieron y como si eso fuera poco, tratando de reducir todo índice de “disonancia cognitiva” esta gente intentó matar al cuestionador de sus creencias.
Han pasado más de 400 años desde el episodio de Giordano Bruno.
Y el panorama no ha cambiado mucho.
Lo que más me preocupa, es que hoy a diferencia de esos “defensores de la Biblia” que a su poder no contaban con mayores investigaciones de peso para esgrimir algún veredicto con pruebas serias. Hoy con todo el peso de argumentos no solo desde la biología, astronomía, paleontología, arqueología, psicología, psiquiatría, etc… Muchos creyentes con el mismo Espíritu obstuso e inquisidor de aquellos defensores de la “fe”, se niegan a reformular sus creencias, se niegan a escuchar otras disciplinas y defienden irrenunciablemente una interpretación bíblica que sin más confunden como la única manera de entender las Escrituras.
Conclusión.
Al parecer la “disonancia cognitiva” es invencible, y aunque la ciencia tenga algo que decir, si emocionalmente me hace sentir más seguro seguir pensando que “el sol se mueve alrededor de la tierra” lo defenderé férreamente, aún cuando en el fondo, quizás muy en el fondo, sé que no es así…
Autor: Ulises Oyarzún.
Fuente: Facebook