Los hermanos Karamázov es la última novela del escritor ruso Fiódor Dostoyevski, publicada por primera vez en noviembre de 1880. Es considerada una de las obras más importantes de la literatura universal.

El poema “El gran Inquisidor” que encontramos en Los hermanos Karamasof de Fiodor Dostoievski es una crítica fuerte a la iglesia como institución, a la deformación que ha tenido la doctrina original de Cristo frente a lo que la Iglesia Católica testimoniaba en el tiempo de la inquisición.

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Este poema nos relata el momento en el que Jesús regresa a la tierra para estar con su pueblo, no se trata del juicio final sino una visita que consuele a las personas. El lugar es la plaza principal en Barcelona; Jesús camina y la gente lo reconoce inmediatamente, él con ojos de misericordia la escucha y pasa haciendo milagros. Pero esto no dura mucho, el Obispo dándose cuenta de quién era y qué estaba haciendo, lo manda apresar. El obispo Inquisidor habla con firmeza a Jesús ya en la prisión.

El diálogo, o mejor, monólogo que se desarrolla es impactante, el Inquisidor condena a Jesús a morir en la hoguera al siguiente día. ¡es totalmente irónico! ¡Es la Iglesia fundada por Cristo mismo la que lo condena otra vez! ¿Porqué sucede esto?¿porqué molesta tanto a un jerarca la presencia de quien él mismo predica como el salvador del mundo?. La explicación se va desarrollando, el Inquisidor argumenta que Jesús se ha equivocado, porque la libertad por la renuncia a las tentaciones es una libertad elitista que sólo llegan a comprender unos pocos, pero, a decir verdad, ésta no la consigue la mayoría de la gente. El gran error de Cristo fue haber tenido la arrogancia de no aceptar lo que le ofrecía el demonio cuando le tentó. Fue un gran error porque la humanidad en primera instancia necesita pan y no lo quiso aceptar. Pero este tropiezo ya está resuelto desde que la iglesia tiene este poder, Jesús no aprovechó la oportunidad de tener el acceso a salvar a su gente quitándoles el hambre, el Inquicidor dice: “Pero, en fin, hemos cumplido esa misión en nombre tuyo. El establecimiento de la libertad nos ha costado quince siglos de incesante y penoso trabajo; pero ya es un hecho, un hecho evidente”[1]. El pan que necesita la humanidad “se lo daremos en tu nombre. Nosotros sabemos mentir, hablaremos en nombre tuyo. Si no fuese por nosotros, ¿No se morirían de hambre? ¿Será su ciencia lo que les nutrirá? ¡No tendrán pan hasta que consigan su libertad…!”

En el relato este obispo reconoce la verdad en la intención de Jesús “en esto tenías tú razón: el hombre no se explica claramente porqué debe vivir, se destruirá a sí mismo, antes que continuar una vida inexplicable, aunque tuviese el pan a montones. Pero, ¿qué provecho has obtenido de esa verdad que te era conocida? En vez de confiscar la libertad de los hombres, la has acrecentado”. Aquí es donde radica el dolor, la libertad así ofrecida provoca en las mayorías más angustia que felicidad. Cristo sobre estimó, por amor, al ser humano y así predicó “el amor del hombre espontáneo, bien meditado, y no la humillación servil de un esclavo aterrorizado”por eso le reclama: “le consideras demasiado y tienes poca piedad de él; amándole tanto le exiges más de lo que puede dar”.

De esta manera la iglesia en su jerarquía ha corregido el camino, y, a partir del momento de hacerla imperial se ha trazado un camino de compadecimiento de las mayorías que no logran madurar en el discernimiento de qué el lo que tienen que hacer con su libertad. El inquisidor dice a Jesús con respecto al poder que tampoco aceptó “Hemos corregido tu obra, fundándola sobre el milagro, el misterio, sobre la autoridad la tierra ha de sufrir todavía mucho, pero lograremos nuestro objetivo, llegaremos a ser Césares y entonces pensaremos en la felicidad universal. ¡Y pensar que pudiste tú empuñar ese cetro!” . Así es como justifica la distancia entre lo que predicó Jesús y la manera de institucionalización del catolicismo en el momento de la Santa Inquisición. No es ni siquiera un relajamiento de los ideales de Cristo, es una expresa guerra contra aquello, para democratizar la salvación librando de la libertad a la humanidad. El milagro, el misterio y la autoridad han de sostener a la iglesia que es como una madre que da de comer a sus hijos y decide por ellos lo bueno de lo malo ya que el pequeño no es capaz de esto. He aquí la confesión y el perdón de los pecados como una muestra de un clero que asume las culpas de aquellos “que no son dignos de gozar de libertad los seres débiles, viciosos, idiotas y rebeldes como ellos”.

El anciano Obispo Inquisidor asegura que el la paz y la unidad las que se han de buscar para que el hombre no sufra, el poder de la iglesia, que se ha de adquirir por los medios que sean es la garantía de la unidad, un solo reino con su soberana cabeza: el Papa; y unos súbditos obedientes y bien alimentados, por tanto, “¿Quién ha espantado el rebaño dispersándolo por lugares desconocidos? Las ovejas se reunirán nuevamente, el rebaño tornará ya a la obediencia y será para siempre; entonces daremos a nosotros la felicidad hecha de pan y humildad” este es el proyecto del Jesuita según Dostoievski.

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por #VaneMoran

Fuente: Filosofía Contemporánea