Una Reflexión sobre nuestra misión como Iglesia:

En su epístola a los Romanos cap. 11:24 San Pablo utiliza una metáfora basada en una práctica común de la botánica para graficar la incorporación de los gentiles al pueblo de Dios, es decir, al Israel histórico.

En esta metáfora los gentiles son presentados como ramas cortadas de un olivo silvestre -que representa a las naciones paganas- para ser luego injertadas en el “buen olivo” que representa al histórico pueblo de Dios, es decir, los descendientes de Abraham, de Isaac y de Jacob.

Lo curioso aquí es que se habla de ramas de menor calidad injertadas en un árbol bueno cuando la costumbre propia de la botánica consiste en hacer justamente lo contrario, es decir injertar ramas buenas en un árbol de calidad inferior con la finalidad de mejorarlo.

Por eso el autor de Romanos utiliza el término “contra naturaleza” exclusivamente en un sentido práctico relacionado con la costumbre y la cultura (lo mismo que “naturaleza” en 1Co 11:14) despojado de toda connotación relacionada con las filosofías griegas imperantes.

Es decir, el mismo sentido que probablemente utiliza en Romanos 1:26 en relación a cierto tipo de relaciones sexuales de varones con mujeres, donde emplea esa misma expresión que tan sólo aparece dos únicas veces en toda la Biblia (1:26 y 11:24), y que nos informa que tal modo de actuar carece de connotaciones morales negativas porque es Dios mismo quien obra contra naturaleza en 11:24.

Ahora bien, pensando nuestra realidad como creyentes GLTB+ históricamente excluidos de las iglesias cristianas, se me ocurre imaginar una situación similar donde el “buen” olivo estaría representado por la iglesia institucional mientras que nosotros seríamos las ramas silvestres rechazadas y despreciadas, que tomando conciencia de nuestra pertenencia a Cristo somos ahora injertadas para traer salud a una institución enferma, llena de hipocresía y desprecio por las personas marginadas, rechazadas  y atravesadas por muchas injusticias.

Paradójicamente en esta ocasión nuestra incorporación no es contra naturaleza sino al revés: somos ramas buenas injertadas en un árbol que necesita recuperar la salud. No digo ramas buenas porque somos mejores que los demás, sino porque nuestra historia nos ha hecho sensibles a la injusticia, al sufrimiento y al oprobio social como grupo marginado que no merecía respeto ni reconocimiento. Una sensibilidad que precisamente le falta a ese árbol que está enfermo a fin de devolverle la salud para que lleve mejores frutos.

Autor: Marcelo Saenz.
Ministerio CEGLA.