“¿BUSCAN A JESÚS? NO ESTÁ AQUÍ. HA RESUCITADO”. (MC 16,6)


Lectura Evangelica S. Mc 16, 1-7.

Introducción:


No tuvimos que esperar a la pandemia para ver los templos cerrados y abrir nuestra espiritualidad mediante la tecnología de las redes, mucho antes, que el confinamiento, el silencio abrazaba a vida de los creyentes luego de conmemorar el Viernes Santo la muerte de Jesús.
No se trató solo del enmudecimiento de quien a y estamos sufridos una pérdida inesperada, ni del recogimiento que acompaña al duelo. El silencio de los templos, signo del silencio más profundo por la estructura eclesial, no del creyente y de la comunidad, que desde sus individualidades y casa algunas desde un silencio contemplativo vivencian a su modo la espiritualidad de este triduo pascuales.


Sin desconcertarse por la ausencia del Señor, en la eucaristía diaria o semanal. Nuestro, mi silencio a la vez es ensordecedor así como oímos en el Tiempo de Esperanza, somos la voz que clama en el desierto silencioso (Jn 1,23. / Is 40,3) se hace de un recuerdo, de un pasado no perdido que trae la provocación de preguntas que apuntan al futuro ante los resultados de covid en continuidad a la oración de Jesús en la cruz “Elí, Elí ¿lema sabactani = Papito, Papito ¿por qué me has abandonado?
La Divinidad nos da su generosa y sorpresiva respuesta, resucitando a su Hijo. El amor es más fuerte que la muerte y por ello la vida de Jesús, el Hijo amado, no se ve truncada para siempre.


Ahora ¿cómo interpreto esta idea ante los acontecimientos que vivimos?

Dios, la Fuente Creadora no quiere la muerte de Jesús, como no quiere la de ninguna persona.
Esta Divinidad apuesta siempre por la vida y nos libera de las ataduras de la muerte.
Por eso, la liturgia de la Vigilia Pascual es la celebración de la vida en esta noche. Llena de símbolos de vida: fuego, la luz, la Palabra, agua, pan y vino que surgen cada uno del trabajo humano, oprimido en algunos espacios, recluido en otros, libres y ruidosos, contemplativos en algunos y denunciantes en varios. Todos espacios de vida que conservan el amor, el servicio, la entrega, “aumentado”, “desprendido” y “compartido”, el revuelo de las campanas acompañado el canto del gloria es el encuentro y la comida alegre con el Resucitado, todo nos introduce en el misterio de la Divinidad, la amiga de la vida.
Homilía


Será la noche clara como el día, ya que nos visitará el sol que nace de lo alto. (Lc. 1,68)


Simplemente y breve.


Si lo hemos seguido con atención, el pregón pascual habrá tensado una vez más nuestros espíritus para entrar en comunión con el Dios de la vida que ha resucitado a Jesús. Esta no es, en efecto, una noche más, sino el comienzo de una era, un día definitivo en la experiencia y vida de los creyentes. Nuestra confianza no está puesta en un héroe muerto, sino en el Hijo Resucitado y vivo en cada uno/a de nosotros/as.(Mt. 28,20)

Vio Dios todo lo que había hecho: y era muy bueno (Gn. 1,31)


Después de la proclamación del pregón pascual, según las iglesias y tradiciones tienen varios pasajes de la Biblia Hebrea que nos introducen en la historia de los gestos de Dios, detallando un mundo benévolo para la humanidad. Ahora la historia, siempre tiene dos campanas, en ambas es siempre de quien la escribe, el que la gana y el que la vive. “Cuando nos recordamos lo que nos pasa, nos puede suceder la misma cosa.

Son esas mismas cosa que nos marginan, nos matan la memoria, nos queman las ideas, nos queman las palabras… Si la historia la escriben los que ganan, eso quiere decir que hay otra historia… La verdad, el oír, la voz de la gente se oirá siempre.” (Lc. 19, 40). La memoria, la verdad y la justicia forman el corazón de toda sociedad, pese a tanta desgracia que guarda en su seno, covid, discriminación falta de derechos, falta de justicia, criminalización por odio, género, sexo o sexualidades, marginación, inclusión = salud, educación, trabajo, agendas ecuánimes para todos/as/es, etc.; es SIEMPRE esta historia una salvación.


Nuestra existencia, unida a Él en una muerte y resurrección como los las suyas (Jos. 3,10)


S. Pablo cierra ese largo peregrinar por la historia hebrea en su carta a la comunidad en Roma describe nuestra vida como vocación cristiana. Hacer memoria de lo que Jesús experimentó provoca en la cristiandad el deseo de vivir una nueva vida (Jn. 12,24). La novedad consiste en abandonar las viejas costumbres y abrirnos a una vida como la suya, y esta segunda etapa de covid nos invita a vivir plenamente el día, sin planificaciones a futuro, mejorando nuestras costumbres, hábitos, acciones desde una perspectiva personal, familiar, comunitarios y social.


En uno/a esta el cambio. Siempre estamos a tiempo de cambiar y de incorporar a nuestro mundo valores que no difieren a los valores de Jesús (amor, compasión, lealtad, honestidad, humildad, bondad, fe, dadivosidad, respeto, servicio) y a nuestra red de compromisos.

¿Buscáis a Jesús? No está aquí. Ha resucitado (Mc. 16,6)


Se cierra la Liturgia de la Palabra con el relato de S. Marcos, que comienza con un sentimiento humano: el deseo de aquellas mujeres de conservar el cuerpo de Jesús y la confianza en que alguien les ayude a correr la piedra. Pero cuando acceden al sepulcro esas pretensiones tan comprensibles quedan fuera de lugar. La piedra ya está corrida y el sepulcro está vacío. Una persona aclara sus fundamentados temores y les asegura que el Resucitado irá por delante de los discípulos a Galilea. Nada ha salido como ellas programaron sino como el Padre ha decidido.
¿De qué nos vale planifica? ¿De qué nos sirve pensar en la cena, si aún no hemos desayunado, y lo que es mejor, no pensamos en el almuerzo?

Sin caer en frases ya dichas, todo este Tiempo pasado de Reconciliación (cuaresma) comenté sobre el cambio desde lo personal. Ahora en este día de gloria nuestra acción es retirarnos un poco del árbol que nos limita la visión, “No está aquí, ha resucitado”. Pararnos en el caminar diario, retroceder y ver la amplitud del bosque que nos ofrece el momento, resucitemos con Jesús ante la inmensidad de bosta de nuestras sociedades, gentes, conocidos, necesitados todos en estos momentos de pandemia, seamos el núcleo de nuestra fe.

Quedarnos en la muerte es un triste final, como decía mi madre “te lloramos un momento, te recordaremos un tiempo, pero la vida sigue y uno va con ella; dentro de la sumisión y el resentimiento no es buena la acción, si vales las lágrimas y las anécdotas recordadas, pero soy consiente que si bien la vida sigue con ella vienes la historia y los sucesos vividos, malos y buenos ambos elementos de construcción de nuestra identidad y espiritualidad. Un gozo continuo de la vida en su presencia Resucitada. No hay testigos del momento de la Resurrección, salvo lo creativo del arte en sus pinturas que nos lo muestra, pero sí ha habido y hay miríadas de testigos del encuentro inesperado y renovador con el Resucitado. Dios Padre confirma la vida y las palabras de Jesús cuyo amor es, en verdad, más fuerte que la muerte. (2 Tim. 1,9-10)


Celebrar la Pascua, es dar ese paso de nuestra vida humana a la vida espiritual o de fe, es vencer la muerte a este actual modelo de vida que tenemos, abrirnos al amor, al amor a la Divinidad presente en nuestros allegados; hacer presente en ellxs/es el respeto en sus diferencias, aceptarles a todxs/es con amor como Jesús acepto, y a entregarnos a la resurrección para promover la igualdad, la dignidad, y el gozo de toda vida, de cualquier vida, como la entregó y recobro nuestro Maestro y Señor Jesucristo, que es nuestra vida, permaneciendo en Cristo y edificados sobre Cristo; estamos firmes en la fe, tal como les comento. Nunca dejemos de ser agradecidos. (Col 2,7)


“¿Buscan a Jesús? No está aquí. Ha resucitado”. (Mc 16,6)

¡Feliz día de Resurrección!
¡Feliz pascua!
¡Feliz vida!


+++ Marcelo Alejandro Soria – IMS, sva.