¿Qué tiene que ver la orientación sexual con la educación cristiana y la vida cristiana familiar? ¿Cuál es el papel de los valores familiares?
- Cada gay es miembro de una familia.
- Para algunos jóvenes y adultos miembros de nuestras iglesias, la orientación sexuales un tema muy importante en sus vidas.
- Muchos jóvenes posponen enfrentarse a los miedos que sienten sobre la orientación sexual hasta después de su etapa escolar.
- Muchos se sienten rechazados por su iglesia y por Dios si su educación religiosa los acusó o les enseñó que eran inherentemente menos dignos.
La percepción social de que las familias pertenecen a un grupo y los homosexuales a otro grupo diferente es radicalmente falsa. Los gays son nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros hermanos y hermanas, nuestros primos, nuestros tíos y tías. Todos juntos formamos una familia.
La media de edad a la que los gays salen del closet ha descendido considerablemente en la última década. Hoy, no es raro que los adolescentes reconozcan su homosexualidad. Pueden pasar años desde que alguien sabe que es gay hasta que se lo cuenta a otra personas.
Antes, cuando la homosexualidad era un tema tabú, la idea de que un alumno que asistiera a catequesis los domingos o perteneciera a un grupo juvenil fuera consciente de su homosexualidad (o llegara a descubrir que era gay) era algo inaudito. Se creía que los adolescentes eran “demasiado jóvenes” para comprenderse a sí mismos. Al mismo tiempo, creíamos que no eran “demasiado jóvenes” para comprender que eran heterosexuales.
Ahora sabemos que algunos jóvenes, especialmente los quinceañeros, saben que son gays y que su orientación homosexual será inevitablemente un tema importante en sus vidas. Esto significa que los quinceañeros gays saben perfectamente que no podrán participar en pie de igualdad en la vida de la mayoría de las iglesias. Esos jóvenes se consideran inferiores y sienten que no se les quiere. Lo más probable es que como consecuencia de ello su vida espiritual quede dañada. La gente joven que no revela su identidad es perfectamente consciente de su situación de personas de segunda clase. Es muy frecuente que los jóvenes gays recen a Dios para que los haga heterosexuales. Hay una creencia extendida entre la juventud gay de que no hay lugar para ellos en la iglesia institucionalizada (que, para muchos jóvenes, representa a Dios).
El escritor y periodista Bruce Bawer hace la siguiente observación: “La noche del día en que me di cuenta de que era gay no recé las oraciones que, hasta entonces, había rezado fielmente desde mi más temprana infancia. Tampoco recé la noche siguiente ni la que le siguió; pasaron casi diez años hasta que volví a rezar. Hasta ese punto estaba seguro de que ser cristiano no era compatible con ser gay”.
Gran parte de los gays de la mayoría de las iglesias permanecen en silencio y al margen porque comprueban, con razón, que no se sienten seguros ni queridos. Por supuesto, Dios siempre ha sabido cuáles de sus hijos son gays. Pero dentro de la iglesia institucionalizada esa verdad (y el hecho de ser sincero sobre ella) se convierte en una desventaja.
Los grupos antigays consideran que los gays son una amenaza para los “valores familiares”. Amenazas a los valores familiares son el divorcio, la violencia doméstica, la infidelidad, el maltrato de niños, los niños que traen hijos al mundo, los padres que incumplen sus obligaciones, las relaciones vacías o que provocan tensión, la falta de tiempo para estar juntos y la drogadicción. Estos son problemas que tenemos los heterosexuales. No hay nada más mezquino que utilizar el término “valores familiares” como arma contra los gays. La discriminación es mala para los jóvenes y es mala para las familias.
Fuente: Rompiendo el silencio Avanzando hacia la comprensión.