“¡Cómo voy a ir, si yo no soy así!”, protestaba el señor José cuando su esposa Angélica lo invitaba a la Iglesia de la Reconciliación. Y cuando José se animó a ir fue peor. “¡¿Por qué me besó, si yo no soy así?!” reclamó ante un simple saludo. Pero ¿qué es “ser así”?, se preguntarán ustedes. Pues bien, “ser así” es ser homosexual, lesbiana, transgénero…Ahora el señor José y su esposa Angélica, acompañados de sus hijos veinteañeros y de sus pequeños sobrinos, asisten cada ocho días a la Iglesia de la Reconciliación. Y todos ellos también son así: heterosexuales.
Llego a la Iglesia de la Reconciliación con la expectación de asistir a un acto inédito. Lo último con lo que me espero encontrar en una Iglesia gay, es una pareja heterosexual acompañada de una niña. Y sí, ahí están, sentados en la tercera fila de sillas del pequeño templo. Es una pareja de alrededor de 50 años y la niña no tiene más de diez. Del lado izquierdo y hasta la fila de adelante, hay otra pareja, también con un niño, la conforman dos mujeres de alrededor 40 años de edad y las acompaña quien supongo es su hijo.
Es a las 12:30 cuando los feligreses se reúnen para el servicio religioso. Por el momento hay muy pocos, ni siquiera llega a la decena de personas. Aún en este pequeño templo, que es del tamaño de un patio promedio, se nota ese vacío. Me lo había advertido el reverendo Albarrán: hay servicios muy concurridos y hay otros que no. Quizá la culpa la tenga este domingo invernal, frío y gris.
A cuentagotas la demás feligresía va llegando. Sin permiso de por medio, yo ya me muevo por todos los rincones de este pequeño templo que hace unas décadas fue un taller mecánico; es el 3218 de la calle Norte 77, en la colonia Obrero Popular. Ahora, sobre lo que fueron oscuras y grasientas manchas, se muestra el color verde de sus paredes. Nada más lejano a las lides de la grasa y los motores. El techo es una bóveda azul con sus querubines revoloteando entre las nubes. El cielo está al alcance de un buen brinco. Atrás del altar hay un retablo con la figura de Jesús no crucificado rodeado por un arcoíris, símbolo del orgullo gay, lésbico, bisexual y transexual (GLBT). En la esquina hay un pequeño espacio donde está una computadora y un órgano con que se acompaña el coro.
Me subo al presbiterio y enfoco la cámara a los cirios que están sobre el altar, son dos figuras humanas desnudas. Sobre el altar cuelga una pantalla, donde después y para mi sorpresa, se proyectará Topo Gigio durante el acto religioso.
Los inicios
Fundada en la Ciudad de México el 4 de octubre de 1981, la Iglesia de la Reconciliación se constituye en un primer momento como una opción espiritual para la comunidad lésbica-gay. Es la primera iglesia de su tipo en toda Latinoamérica, ya que busca reconciliar la espiritualidad con la libertad sexual, de tal manera que se vivan ambas con plenitud. “En aquella época no se hablaba casi de la homosexualidad”, explica el reverendo Rodolgo Albarrán. “Se comenzó a hablar cuando el sida irrumpió en el mundo. Se decía que era el cáncer rosa, un castigo de Dios”. Y así fue. Una enfermedad que prácticamente aseguraba una agonía por vida doble: la fisiológica y la social. La muerte era lo de menos ante la condena y el aislamiento. “Ahí se empezó a hablar, porque se encontró el condón como la alternativa de protegerse”, dice el reverendo. Pero también se habló de todos los aspectos de la sexualidad humana.
Las reacciones de la Iglesia Católica y de asociaciones provida no se hicieron esperar. Pero los asiduos a este lugar han enfrentado los ataques con su lema: “Dios te ama como eres”. Con el tiempo la feligresía se fue ampliando a todo aquel que requiera cambiar su visión de Dios, la espiritualidad y la sexualidad humana. “Mucha gente dice que es una iglesia gay. No puede ser una iglesia gay. No existe eso, lo que existe es un espacio donde todas las personas puedan venir”, asegura el reverendo Rodolfo Albarrán.
¡A la camita, a la camita…!
Le pregunté al reverendo Albarrán si poner música de Enrique Guzmán o proyectar la imagen de Topo Gigio en misa no banaliza la ceremonia, o cuál era el fin de esas acciones nada ortodoxas, como cuando el reverendo Alejandro González oficiaba con litografías de M.C Escher y citó a Freud en misa. “Nosotros hemos utilizado, desde hace muchísimos años, canciones populares o arias de ópera para inducir el mensaje que vamos a trabajar. Nosotros tratamos de plantear algo que les acerque el mensaje. Y de ahí comenzamos a trabajar la homilía. Por ejemplo, la semana pasada se proyectó la imagen de Marlene Dietrich y de Lupe Vélez”. Aparte de estas peculiaridades, no hay mucha diferencia con otras iglesias de carácter ecuménico.
Los santos más machines del santoral gay
Desde 1981 la Iglesia de la Reconciliación ha casado a unas 800 parejas. “Esta iglesia, desde que surgió, tiene en sus ritos la Santa Unión donde se bendice a las personas del mismo sexo”, afirma Albarrán. Y la liturgia proviene de investigaciones del historiador John Boswell, quien descubrió documentos del siglo III al XII de uniones de personas del mismo sexo. La más famosa unión es la de San Sergio y San Baco en el siglo IV, militares valientes que fueron martirizados y ejecutados por órdenes del emperador Maximiano, no por ser pareja sino por ser cristianos.
Actualmente se considera a esa santa pareja como los patronos oficiales de los gays. De hecho, los reverendos Rodolfo Albarrán y Jorge Sosa (fallecido en 2009), fueron pareja por más de 30 años. Se conocieron desde la prepa, en la Universidad de La Salle. Estudiaron cuatro años en el Samaritan College para ser reverendos y juntos se ordenaron. Enseguida emprendieron la lucha por la inclusión espiritual. Toda una vida. Quizá por eso, Rodolfo no quiere hablar de Jorge. “Me pone triste, lo tengo mucho en el recuerdo”. Hay una bendición que pronuncian en las bodas: “El amor los ha unido y han quedado unidos hasta que la muerte del amor lo separe”. En el caso de estos dos hombres, supongo, la unión todavía existe plenamente.
Fuente: Vice.com